viernes, 8 de octubre de 2010

Como comen nuestros niños


Son ya muchas las voces que han alertado sobre el peligro de la obesidad infantil. Sin embargo, a juzgar por las encuestas, parece que, de momento, las advertencias han caído en saco roto. De hecho, España encabeza la lista de niños con sobrepeso de la Unión Europea. El 16% de la población infantil española es obesa, un dato alarmante sobre todo teniendo en cuenta que hace 15 años la cifra no alcanzaba el 5%.


Cambio en los hábitos
Uno de los motivos fundamentales que podrían explicar este fenómeno lo encontramos en los cambios de hábitos alimenticios que están experimentando nuestros niños. El Proyecto ETAPAS, elaborado por la Asociación Española de Pediatría (AEP) y Dodot, describe con bastante fidelidad cuáles han sido esos cambios: se trata de un estudio muy completo conducido por 100 pediatras sobre los hábitos de 1.000 familias españolas con niños de hasta 7 años.

Aunque el informe contempla muchos aspectos (higiene, descanso, desarrollo evolutivo, seguridad), los datos referentes a nutrición son reveladores. A los 3 años se registra una enorme reducción del consumo de verdura y fruta: 3 raciones por semana, cuando lo recomendable son 2 de verdura y 2 de fruta cada día. Una de las causas que explican este drástico descenso la encontramos en que a esa edad la alimentación deja de estar tan pautada por el pediatra y recae en los padres y colegios.

También es llamativo el alto consumo de chucherías: entre los 2 y 3 años, un 54,9% de los niños comen golosinas como mínimo una vez a la semana y un 17%, tres veces o más a la semana. A partir de 3 años, la cifra aumenta al 68%. Cataluña y Madrid son las comunidades donde la población infantil consume menos estos productos.


Problemas de salud
En ese mismo sentido, ya en 2004, el estudio enKid de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) advertía sobre los malos hábitos que se estaban instalando en la dieta diaria de los más jóvenes. Entre los más frecuentes destacan el ya mencionado descenso del consumo de frutas y verduras, la excesiva ingesta de calorías vacías y los desayunos insuficientes y desequilibrados.

Una mala alimentación en edades tempranas provoca problemas de salud en el futuro tales como obesidad, diabetes, osteoporosis, arteriosclerosis, hipertensión, alergias y caries. Por eso es tan importante que los padres sean conscientes de la importancia que la dieta tiene en el correcto desarrollo y crecimiento de sus hijos.


Medidas institucionales
Ante la progresiva alarma, el Ministerio de Sanidad ha puesto en marcha la Estrategia para la Nutrición, Actividad Física y prevención de la Obesidad (NAOS), destinada a todas las franjas de población, pero haciendo especial hincapié en los niños. Por ejemplo, está contemplado prohibir la instalación de máquinas expendedoras de comidas en lugares de fácil acceso para los menores (como ya se ha hecho en algunos lugares de Estados Unidos), así como reducir progresivamente las cantidades de grasas, sodios y sales de los alimentos.

Pero no cabe duda que es en las familias y colegios donde recae la mayor parte de la responsabilidad. Para la SENC, la educación es clave en este sentido. Los colegios no sólo han de ofrecer menús equilibrados en sus comedores, sino que es necesario complementarlos con actividades que ayuden a los niños a saber comer bien. Asimismo, los más pequeños han de participar en casa en aquellas tareas relacionadas con la alimentación: hacer la compra, cocinar o poner la mesa les sirve para que descubran el atractivo y valor los alimentos y los beneficios que les aportan.

En la práctica, es conveniente saber que en edades tempranas se recomienda una dieta rica en cereales (6 raciones diarias), verduras y legumbres (3), carnes, pescado, huevos, frutos secos y lácteos (2/3), frutas (2) y poca cantidad de azúcar y grasa, utilizando preferentemente aceite de oliva. También es muy importante repartir las calorías en cinco comidas ligeras, en vez de en tres abundantes. Para cualquier duda, acude a tu pediatra: él te dará las claves para que tus hijos crezcan sanos y fuertes con la alimentación que más les conviene.

sábado, 2 de octubre de 2010

Trucos para disminuir la agresividad de tus niños o hijos


Aunque cada niño es un mundo, la psicología infantil se ha encargado de establecer ciertos parámetros para que los padres tengan orientación a la hora de educar a sus hijos. La edad de los 2 años es un poco delicada, desde este punto de vista, puesto que se ha comprobado que es un punto y aparte en la mayoría de los niños y sus procesos de autonomía. A esta edad se la conoce como la edad de la negación, porque es en estos años cuando los niños aprenden a decir ‘No’, y a veces lo dicen a todas horas. or lo tanto, a esta edad será muy frecuente que tu hijo comience a desobedecer. De hecho, se tiende a asociar la conducta desobediente con la agresividad.


Copian modelos de conducta agresiva
Los niños pequeños, por debajo de los 6 años, no conocen en su mayoría el significado de las expresiones y situaciones que se le presentan. Lo que está bien o está mal, los principios éticos básicos, etc. Todo esto pertenece a un universo desconocido para ellos. Solamente tienen a sus papás o tutores como referente, que, mediante gestos, les dirán ‘eso no se hace’ o ‘eso está bien’.

Los pequeños actúan mediante impulsos y estímulos, y dejan de hacerlo, cuando un adulto les frena, no porque comprendan que moralmente está mal lo que hacen. Por lo tanto, ya sabemos que si un niño por debajo de los 6 años es agresivo, tendrá mucho que ver con situaciones de la vida cotidiana o patrones de conducta que copia de los adultos y otros niños más mayores. Asimismo, el menor reacciona ante estímulos, en parte, de manera instintiva, en parte, copiando igualmente la manera de Trucos para reducir su agresividad
La psicóloga Gloria Marsellach, nos da algunas pautas en su libro Recetas del psicólogo en la Red.

- Hay que diferenciar el tipo de agresividad que tiene el niño. No es lo mismo ni reaccionaremos igual si patalea o llora, que si pega o insulta a un semejante.

- Escribir en una pizarra o tabla que quede en manos de los padres las veces que tu hijo manifiesta el comportamiento agresivo al día y durante la semana, así como el porqué de esta reacción. ¿Qué lo ha originado? ¿Cómo ha reaccionado él? Cuanto más elaborado sea el informe, mejor para encontrar la solución.

3- Elegir dos objetivos para modificar la conducta: debilitar la mala conducta (agresividad) y reforzar otras conductas buenas que el niño puede desarrollar si le motivamos (generosidad, compañerismo..)


Ejemplos de actuación para padres:

- Si el niño se queda al cuidado de alguien que no son los padres y la falta de respeto es total y repetida durante varios días, habrá que demostrar al niño, sin necesidad de asustar o amenazar, que puede haber ‘ojos vigilantes’ que informen a mamá y a papá de que está haciendo algo mal.
-Lo que se conoce como el refuerzo positivo: motivar al niño a que se porte bien para recibir gratificación. Por ejemplo, decirle ‘’lo mayor que es’ al lado de otros niños, por no ponerse a patalear o a llorar. Recompensarle para que vea que su conducta positiva ha tenido premio.

- Los niños, aunque cada vez menos, imitan comportamientos, o lo que los psicólogos llaman patrones de conducta. Si ven que los adultos resuelven situaciones con diálogo y tranquilidad, ellos harán lo mismo, cogerán esa costumbre. Insiste en actuar con tu pareja delante de vuestro hijo, para que vea que esto se da a así verdaderamente. Vocaliza, habla en voz alta y gesticula si es necesario. La visualización es vital para el aprendizaje en muchos casos.

- Los padres deben enseñar al niño técnicas para permanecer en calma ante una situación conflictiva o de tensión que les haga ser agresivos con su entorno.

Apunta estos trucos psicológicos y ponte manos a la obra con tu hijo. Cuanto antes intentes atajar la situación, mejores resultados y más efectivo será el método.

viernes, 1 de octubre de 2010

El tránsito a la adolescencia


La adolescencia es una de las etapas más importantes y bonitas en la vida de una persona. Se trata de un recorrido de muchos años, en los que nuestro cuerpo, nuestra mente y también nuestra vida emocional van a experimentar un sinfín de cambios que nos marcarán de por vida.
Mucha gente tiende a relacionar esta época con la famosa ‘edad del pavo’ pero, los años adolescentes constituyen mucho más que una actitud vehemente, algo rebelde e incomprensible desde el punto de vista adulto.
El cuerpo recibe la orden de cambiar
Biológicamente, las personas pasamos por varias etapas que no sólo quedan recogidas en nuestra mente sino en nuestro cuerpo, a base de transformaciones que nos indican que nos hacemos adultos. Estos cambios reciben una orden para producirse desde la glándula de la hipófisis.
La hipófisis es la productora de hormonas que se va a encargar de ordenar al cuerpo del niño o niña de que ya es hora de dar el paso a la vida adulta. A esta evolución de la infancia a la madurez se le llama adolescencia.
El desarreglo hormonal en el varón desemboca en una serie de cambios en su cuerpo que se van a ir haciendo visibles a medida que pasan los meses y años. La aparición de espinillas, el desarrollo de la nuez situada en el cuello, el crecimiento de su órgano sexual o la voz, que se vuelve más fuerte y ronca, son algunos de los más importantes.
Cambios físicos en él
Quizá sea en el terreno sexual donde más evidentes sean los cambios en el niño y es que, es en esta época cuando el adolescente’ redescubre’ que es un ser sexual y comienza a tener un interés repentino e inusitado anteriormente por todo acerca de su propia sexualidad y de cómo utilizarla.
Cambios físicos en ella
Para las chicas, esta época no es menos relevante. Seguramente ellas cuenten con una circunstancia biológica que no es comparable con ninguna que pueda tener el varón: la menstruación. Se puede decir que la primera regla, que llega en torno a los doce años, es la prueba final de que la niña ha dejado la infancia atrás para convertirse, al menos biológicamente, en una mujer.
Los pechos le crecerán notablemente, se ensancharán sus caderas y muslos, y su voz será más fina que la que tenía cuando era una niña. Las espinillas también son frecuentes en el desarrollo de las chicas pues, se trata del mismo proceso natural que el de los chicos. Tanto en un sexo como en otro por lo general, tienden a desaparecer con los años.
No es que los niños al llegar a la adolescencia cambien radicalmente y pierdan su esencia y personalidad por completo, sencillamente se trata de un punto y aparte en sus vidas que te costará un poco entender como madre o padre, pero que, si lo piensas fríamente, absolutamente todos hemos pasado por ese trance.
La nueva identidad
Los psicólogos coinciden en que es entre la tardía pubertad (once, doce años) y los diecisiete o dieciocho años, cuando los jóvenes se ven sometidos a mayor número de presiones y factores externos. Han dejado de ser aquellos niños dependientes para enfrentarse a un mundo en el que por primera vez tienen que tomar decisiones, por menores que sean.
Los amigos, por la familia
La familia, como se suele decir popularmente ‘siempre va a estar ahí’ por lo que en la adolescencia es normal observar conductas de apego desmedido de los jóvenes hacia todo menos hacia sus padres y hermanos. Es una época para explorar todo aquello que no conocen. Es decir, todo eso que no es su propia familia.
Esta actitud es frecuente y muy normal ya que, al entrar en contacto con su propio universo, los adolescentes necesitan darle toda la atención posible a esos nuevos factores que han entrado en juego en su vida. Las quedadas con los amigos, las conversaciones de índole íntimo con sus allegados, las actividades extraescolares, son algunos de los ámbitos donde los jóvenes centrarán casi toda su dedicación.
Viaje al interior de uno mismo
Los adolescentes no sólo muestran interés por estar en contacto con su grupo de amigos. Es igualmente común en esta etapa verles ensimismados, pasando horas solos en su habitación, conectados a internet o sencillamente leyendo un libro. La soledad es compañera de la adolescencia.
Muchos expertos traducen este interés por estar solos como un viaje inconsciente hacia su interior, para estar con ellos mismos y experimentar cómo es esa época nueva que les va a tocar vivir. Las discusiones, pataletas y pequeños actos de rebeldía, suelen ir parejos a este comportamiento individualista, pues en ocasiones los padres no entienden esa necesidad que tienen de estar solos.
La empatía o capacidad de ponerse en el lugar de otra persona, es una condición muy importante para comprender a un hijo adolescente. Cada vez que pienses que te desanimas, que ‘no puedes más con él’ y que ‘ya no sabes a qué herramientas recurrir’ sencillamente piensa que tú también fuiste adolescente.
¿Cómo actuar con ellos?
Es cierto que los jóvenes de hace veinte años no son como los de ahora y que, con toda seguridad, los factores que llamamos externos ya no son los típicos. (colegio, amigos, pareja, actividades fuera de casa) Ahora tenemos que darle primacía a otros focos de atención donde el adolescente centrará su energía e ilusión. ( viajes, internet, videojuegos…)
‘Tener mano’ con ellos
Aunque al final, la educación de los hijos siempre depende de nuestros propios valores y creencias, que les traspasamos casi sin darnos cuenta, hay que tener en cuenta algunos consejos que los expertos nos indican para tener ‘manejo’ a la hora de relacionarnos con los adolescentes.
Aceptar que se trata de una época difícil eminentemente para ellos debe ser el primer paso. Además, el cambiar ‘hablar por gritar’ y ‘dialogar por discutir’, van a ser dos ejes importantes para poder llevarnos bien con ellos.
Padres, no amigos
No debemos confundir el que nos vean como personas accesibles y flexibles con la idea de ser ‘amigos de los padres’ pues, aparte de que no funciona, es contradictorio que un adolescente vea en su figura materna o paterna a un amigo más.
Ni por edad, ni por nexo o interés en común, los padres pueden ser amigos de sus hijos. El matiz de autoridad, que no superioridad, no debe perderse; a los jóvenes, aunque ya no sean unos niños, les conviene tener una referencia paterna o materna, pues es signo de protección además de un ejemplo vital para ellos, aunque no lo quieran reconocer.
Ver el lado positivo
Cada una de nuestras etapas vitales constituye un trazo más en el cuadro que finalmente será nuestra vida. La adolescencia es importante a todos los niveles, biológico, emocional y físico, y debemos entenderla como un bonito tránsito a la madurez donde experimentamos por primera vez un sinfín de cosas que con los años, nos parecerán hasta rutinarias.
La positividad, la paciencia y el diálogo van a ser tus armas como madre o padre durante este viaje que realizarán tus hijos en solitario, pero sin perderte de vista.