miércoles, 1 de septiembre de 2010

Reflexiones sobre la Familia Actual


El estudio de la familia ha sido abordado por distintos cuerpos científicos según el interés particular de cada uno de ellos. Podemos decir entonces que la filosofía, la sociología, el derecho y la psicología, por sólo nombrar algunos, han brindado una definición del concepto con diferentes grados de alcance social, académico y científico.

La literatura cuenta hoy con una importante y vasta cantidad de definiciones del concepto familia. Quienes la investigan y estudian elaboran sus propias definiciones en aras de sus propios intereses investigativos.

Se define la familia, refiere Louro Bernal, I (2001), como “la célula fundamental de la sociedad, importantísima forma de organización de la vida cotidiana personal, fundada en la unión matrimonial y en los lazos de parentesco, en las relaciones multilaterales entre el esposo y la esposa, los padres y sus hijos, los hermanos y las hermanas, y otros parientes que viven juntos y administran en común la economía doméstica”.

Es preciso hacer un alto en este contexto y considerar un aspecto que, relativamente nuevo, nos conduce a reconsiderar, o al menos, a repensar en el contenido de este tipo de definiciones. Obsérvese que en ella se alude al carácter de heterosexualidad reflejado en el término matrimonio, sin embargo, el concepto matrimonio ya no se describe como la antigua fórmula de la unión entre el hombre y la mujer, ese concepto ha sido redefinido y ahora se entiende como la unión de la pareja humana (Diccionario de uso del español, María Moliner, 3ra. Edición, 2007).
Es fácil observar que en esta nueva manera de nombrar, el concepto se torna más amplio y abarcativo, no se reduce a la única relación hombre-mujer, sino que alcanza también otras relaciones.

Lo expresado, da lugar a cambios importantes en la concepción de la familia, sobre todo en lo que se suele denominar familia tradicional.

Lo expuesto también es abordado por Arés Muzio, P (s/a) quien dice que “Hasta hace pocas décadas se hablaba que la familia era la unión legal entre un hombre y una mujer que se unen, con el objetivo de procrear, educar los hijos, y satisfacer necesidades humanas de unión y compañía.
Ninguna definición de este tipo se corresponde con los cambios actuales. La unión puede ser legal o no, puede ser para toda la vida, pero las separaciones y los divorcios son frecuentes, los miembros de la unión ya no siempre son heterosexuales, la unión ya no es solo para procrear. Con ello queremos decir que actualmente estamos ante el fenómeno de la diversidad y complejidad familiar.”

Todo lo anterior nos lleva a pensar en lo especialmente complicado que resulta llegar a un consenso en cuanto definición de familia. Los nuevos tipos de familia, sus nuevas consideraciones, sus integrantes, la dinámica de sus relaciones, entre otras, abonan el terreno para obstaculizar el consenso.

De todas maneras, es necesario acercarnos a una definición y nos parece conveniente hacerlo desde la Psicología, tomamos entonces la que ofrece Arés Muzio, P, y que dice así: “Desde el punto de vista psicológico podemos decir que la Familia: Es la unión de personas que comparten un proyecto vital de existencia en común que se quiere duradero, en el que se generan fuertes sentimientos de pertenencia a dicho grupo, existe un compromiso personal entre sus miembros y se establecen intensas relaciones de intimidad, reciprocidad y dependencia”.

Para nadie es un secreto que los diferentes cambios acontecidos en el mundo actual han dado lugar a otra serie de cambios en distintos espacios y contextos, y la familia no está ajena a toda esta dinámica de acontecimientos.

Por tanto, la familia ha evolucionado y estamos presenciando el surgimiento de nuevos tipos de familia, por lo cual sería más acertado hablar de “las familias” puesto que el concepto “la familia” está quedando desactualizado.

Esos nuevos tipos de familia hacen una ruptura con la familia tradicional, con esquemas tradicionales, aunque no podemos decir que la familia tradicional ha desaparecido, sino que estamos conviviendo con esa familia tradicional y con la nueva familia o familia moderna. Convivencia que también trae aparejada no pocas situaciones de conflicto.
Como decíamos antes, los cambios ocurridos en la sociedad han dado lugar a modificaciones en la familia tradicional provocando rupturas en la misma.

En este sentido, podemos señalar la categoría que especialistas en el tema denominan “tendencias de ascenso y descenso” aludiendo a los altos índices de divorcios y uniones consensuales que se corresponden con la primera y a la disminución en cantidad de los hijos, en correspondencia con la segunda. Todo Lo cual incide en el decrecimiento de la fecundidad.

Debemos señalar que este fenómeno no es exclusivo de la sociedad cubana sino que se trata de una tendencia a nivel mundial. En los países desarrollados también se observa aumento en las tasas de divorcio y un marcado descenso de la natalidad.

Existen también otras razones que van transformando la figura tradicional de la familia y muchas de ellas se reflejan en nuestro país (Cuba), por ejemplo: la igualdad de derechos, obligaciones compartidas entre los integrantes de la pareja, la autonomía económica de quienes integran el grupo, incremento de hogares monoparentales, aumento de personas que viven solas, elevados índices de separación y divorcios, disminución de las familias extensas, (dificultades de vivienda impiden que esto sea posible en nuestra sociedad), marcada tendencia de aumento de familias reconstruidas, delegación en instituciones de roles que eran típicos de la familia, entre otras.

Sin embargo, aún cuando se manifiesten estos cambios, la familia tradicional coexiste con la nueva familia, puesto que todavía hoy están presentes valores culturales, prejuicios y estereotipos que responden a una secular historia de educación patriarcal, cultura machista y masculinidad hegemónica, los cuales, por supuesto, dificultan el tránsito hacia la nueva concepción de la familia moderna.

Además de las causas señaladas como las que imprimen cambios en la mencionada familia tradicional no podemos pasar por alto un evento que en diferentes países está teniendo lugar: la aprobación del matrimonio civil homosexual.
Noticias como las reflejadas a continuación aunque acontecidas en otras sociedades, si bien no las podemos considerar dentro de la diaria cotidianidad, tampoco podemos verlas, a estas alturas, alejadas de la misma.

“Una pareja homosexual masculina presentó en los medios a sus hijos, una nena y un nene, mellizos de cinco años. La concepción fue realizada con espermatozoides de uno de ellos que fecundaron un óvulo. Estos mismos días, en Córdoba una pareja de mujeres lesbianas tuvieron una beba por inseminación artificial.

La polémica se instaló de inmediato, con la furia habitual de estos combates en los que nunca se escucha al otro: por un lado, los sectores tradicionales, de hondas convicciones religiosas, que ven en este tipo de fenómenos un ataque a fondo y sacrílego a la genuina familia y, por otro, los que se dicen "progres" y que ven estas experiencias como una caída de prejuicios anacrónicos y el ansiado fin de prácticas discriminatorias.” (Moreno, M., 2005).

No es el propósito de este trabajo propiciar un debate en este aspecto, pero lo cierto es que en los últimos tiempos la familia va desarrollando tipos y esquemas que difieren del heredado. El prisma va desde aquellos hogares monoparentales (uno solo de los progenitores a cargo), hasta aquellos compuestos por la suma de hijos de una pareja de separados al estilo de "los tuyos, los míos y los nuestros", pasando por la tendencia, cada vez más frecuente, de matrimonios que optan por no tener hijos o los postergan hasta el límite para desarrollarse profesionalmente. También las llamadas “producciones independientes” en sus diferentes formas, y la clonación y la reproducción humana asistida surgen como posibilidad de que nazcan niños sin la presencia de nadie. Todo esto nos lleva a afirmar que la función de procreación de la familia también cambió.

El discurso social proyecta una desalentadora imagen de la familia, sin embargo, en investigaciones y encuestas, aparece el deseo de la juventud de formar sus propias familias y el de los adultos de continuar viviendo en ella.

Aunque el panorama que se cierne sobre la familia parece ser complejo y difícil de abordar, lo cierto es que el común de las personas sigue apostando por su integración y consolidación. Y así lo hace ver Zermeño, A (s/a) quien expresa:
“Está claro que se ha extendido la turbación y generado incertidumbre sobre el futuro de la familia como la primera institución social, baste ejemplificar con los discursos mediáticos que nos muestran el declive de los valores tradicionales y el aumento de la tasa de divorcios. Pero también queda claro que la gran mayoría de las personas queremos vivir en el amor, compartir nuestra vida con otra persona y todavía en muchos casos trasladar ese “amor” a otros: a los hijos (sean biológicos o adoptados). También queda claro que el punto de refugio más importante sigue siendo la familia.”

Todo parece indicar que lo acontecido no ha sido suficiente para desintegrar psicológica y estructuralmente la familia o la noción de familia. Las personas se inclinan a sostener esta institución, no importan los cambios, los encuentros y desencuentros, ella está siempre presente para apoyar, compartir y afrontar “en familia” los buenos y los no tan buenos momentos de la vida.
El sentido de pertenencia a este grupo se traduce profundo y duradero.
De hecho, la literatura señala un denominador común: las personas valoran la familia. Estiman el seno del que provienen, y aún después del divorcio, la mayoría intenta formar una nueva.

“La familia parece estar ahí, como alternativa ante un mundo lleno de competencia, de ritmos acelerados, de individualismo, de riesgos, de rupturas. Por un lado parece estar rebasada como respuesta de vida en común de las parejas, pero por otro es revalorizada porque representa, (…), asideros ante la soledad, los miedos y la incertidumbre” (Zermeño, A)

De:Ms.C Jeannette Vía Ampuero

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